sábado, 8 de febrero de 2014

El Espanto del gato negro

En una oportunidad la tía y madrina de mi abuela Enriqueta Rojas, doña Rosalía Rojas o mamá Rosa le conto a esta, hacia 1922, lo acontecido a un tío de ella que vivía en Barinitas y que se llamaba Miguel Angulo. Fue un hecho extraño que lo marco para toda su vida ya que después del suceso Miguel no volvió a ser el mismo de antes sino que se convirtió en un hombre retraído, casi un bobo con la vista perdida en cavilaciones y un constante mutismo.
Una mañana un peón de la hacienda del difunto padre de Miguel llego apurado a tocar la puerta de la casa en donde vivía este con su madre, doña Dolores de Angulo. Esta se levanto apurada y abrió la puerta preguntándole al peón que era lo que pasaba a lo que este le contesta;-¡Doña Dolores, el niño Miguel está tirado entre unas matas de café al lado del camino¡. Así que esta ordena al peón que busque a otros hombres y le traigan a su hijo hasta la casa para acostarlo en la cama de ella.
Miguel se hallaba consiente pero no hablaba, estaba como asombrado, la ropa sucia de tierra denotaba que había sido arrastrado desde el camino, presentaba además varios moretones y magulladuras en la cara, brazos y en el cuerpo, su mirada parecía perdida en la nada. Doña Dolores preocupada mando a llamar al cura de Barinitas y cuando llego este, se quedo a solas con Miguel para que se confesara, pero por más que lo intento no logro hacer que Miguel hablara.
Fue como a las tres de la tarde que Miguel vino a hablar. Y casi gritando sorprendido decía delirante;-¡el gato, el gato me anda entre las piernas¡ repitiendo esto sin cesar. No fue hasta la mañana siguiente que Miguel logro hablar coherentemente y relatar lo que le sucedió. No recordando cómo ni cuando llego a su casa, refiriendo además que lo que le sucedió fue un castigo de Dios por haberle contestado mal a su madre antes de irse para una parranda.
El niño Miguel, como le decían todos en la hacienda, aunque ya rondaba por los cuarenta años de vida, era un individuo de porte muy varonil; alto, blanco, ojos azules y cabello rubio, también le decían el catire. Al morir su padre don Angulo, Miguel se hizo cargo de la administración de la hacienda. En sus ratos libres este se dedicaba a tocar la guitarra y a cantar, lo que hacía muy bien. Al igual que galantear a las muchachas bonitas de Barinitas y sus alrededores llevándoles serenatas, lo que le traía muchos problemas con algunos de los padres, hermanos o novios celosos. Pero como era amo de hacienda y tenia real; lo que más le llegaban eran los comentarios a modo de chismes de los cuales el se reía con picardía. Pero a quien no le hacían gracia era a su madre doña Dolores, que siempre le decía que dejara esa vida, que asentara cabeza y se buscara una muchacha de buena familia para que formara un hogar como Dios manda. Pero él no le decía nada haciéndose el sordo a sus palabras.
La tarde antes de que apareciera tirado entre los cafetales, Miguel se encontraba arreglándose en un cuarto de la casa, se había afeitado, perfumado y vestido con un traje de lino blanco muy fino, saco del escaparate su mejor sombrero de pelo e guama y de arriba del mismo bajo su guitarra. Se disponía a limpiar el polvo de la guitarra, cuando doña Dolores se asoma a la puerta y le pregunta que para donde va, que mejor no vaya, que no busque el peligro. Pero Miguel no le responde a su madre continuando con su labor. Esa misma tarde le avisaron que había fiesta en el pueblo y que era una oportunidad para conocer más muchachas bonitas a las cuales el les cantaría y conquistaría con su cálida voz.
Decidió que no iría en la mula para no llegar oliendo a bestia, además, no quería estar pendiente del animal. Se iría a pie, de todos modos eso era allí mismito. Llevaría su guitarra sobre su hombro. Cuando ya se disponía a salir de la casa, doña Dolores le vuelve a decir; -¡hijo no vaya para esa fiesta¡ mire que hay gente muy maluca que me le tienen envidia, y no me lo vayan a perjudicar.
Pero Miguel ya molesto por la insistencia de su madre solo atino a decir ¡carajo¡ mientras hacia un gesto de desprecio con el brazo. Y apurando el paso se aleja de la casa, quedando doña dolores sorprendida por la respuesta de su hijo, refiriéndole;-Miguel, primera vez en todos los años de tu vida que me lanzas un ajo, de todos modos que Dios te bendiga.
Y así Miguel siguió por el camino sombreado por los arboles que daban protección a las matas de café, sin mirar hacia atrás a su madre, que lo veía como se perdía entre la espesura de la vegetación y las sombras formadas cuando ya caía el sol.
Luego de la parranda y ya entonado por los palos de aguardiente y ron, miguel se dispone a regresar a su casa en la hacienda, pasada ya la media noche. No se preocupa mucho porque la noche esta clara, ya que hay luna llena y el camino se ve muy clarito. Va caminando con su marcha firme y su guitarra en el hombro cuando le parece ver algo raro, se trata de una pequeña sombra negra deslizándose desde la orilla del camino hasta sus propios pies, a la vez que se deja escuchar un leve maullido. Miguel entiende que se trata de un pequeño gato negro que se restriega entre las piernas del caminante como exigiendo un poco de cariño, pero Miguel no está como para estar acariciando gatos y se detiene para espantarlo;-¡zape gato¡ vete p´alla.
Pero el pequeño felino negro, continúa maullando y dando vueltas entre las piernas de Miguel. Este ya molesto se orilla del camino y tomando una rama de un árbol dice;-¡vamos a ver si con un chaparrazo vas a seguir¡
En ese momento el pequeño gato comienza a crecer y a maullar con más fuerza y Miguel comienza a tener miedo, trata de gritar y no puede, ya el gato tiene el tamaño de un perro y le gruñe a Miguel con más fuerza, este se siente paralizado y no puede correr viendo con horror como el animal sigue creciendo mas y mas hasta alcanzar el tamaño de un maute, en este momento el gigantesco gato negro con los ojos rojos como tizones se le encima con un rugido terrible y siente como es arrastrado hacia unas matas de café junto a su guitarra que aun lleva en la mano.
En ese momento Miguel Angulo ya no recordara nada hasta un día después, cuando se encontró acostado en su cama, con su madre doña Dolores sentada a su lado cuidándolo. Luego contaron que todas las matas de café por donde el gato arrastro a Miguel se secaron todas, concluyendo por esto que fue el mismo diablo el que le salió a Miguel Angulo por haber dado una mala respuesta a su madre.

FIN


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