Existe
un dicho popular que reza: “recordar es vivir” en ésta oportunidad me voy a
remontar cincuenta y ocho años atrás, y traer al presente, pinceladas de la
vieja y vetusta edificación, que por espacio de veinte y cinco años alojó entre
sus cuatro paredes, grupos de muchachos que venían de todos los puntos
cardinales de Venezuela y allende nuestra patria, a fin de sentar plaza como
cadetes y hacerse futuros Oficiales y Sub-oficiales, de la Fuerza Aérea
Venezolana. Tal vez a muchos les extrañará que aquí, menciono a los
Sub-oficiales, pero fue así, porque
aquellos que ingresaban a la
Escuela de Aviación Militar, lo hacían con la intención de
hacerse pilotos, y si eran descartados de vuelo, por una u otra razón, eran
dado de baja del instituto o se graduaban como Sub-oficiales. Muchos de ellos
fueron ascendidos a Oficiales. No puedo olvidar el primer contacto que tuve con
nuestra otrora Escuela de Aviación Militar, me presente para tratar de ingresar
a tan noble escuela y muy bien recuerdo, cuando proyecto la película de un
pasado ya ido, las escalinatas que iban al primer piso, cubiertas las mismas
con una alfombra vino tinto, las dos columnatas al comienzo de las escalinatas,
adornadas cada una por dos hélice de cuatro palas cada una de un motor 2800-R-W,
no dejaba de ser impresionante, ver aquel bello monumento que nos decía, “esta es la Escuela de Aviación Militar,
donde se forman los pilotos militares defensores del espacio aéreo”,
se sentía un recogimiento y un respeto hacia esos símbolos, al fondo, el escudo
de la madre de los aviadores que de ella egresaban. Me di cuenta que estaba en
el vientre de una madre de cemento, que paria sus hijos y también los veía
morir en cumplimiento de una misión, al atravesar su umbral, a la derecha
estaba la biblioteca y a la izquierda un pasillo que conducía a las
habitaciones para oficiales, mas
adelante la puerta este del casino para oficiales, al frente de las escalinatas
del lado izquierdo, el casino de los
cadetes, mas que una cámara de tortura para los nuevos cadetes, allí bailábamos
entre cadetes, nos daban lecciones para declararnos a una dama. Hoy día no se
estila, solo basta que el chamo sepa hablar y pueda decir, quiero empate; nos
culturizábamos con la música de la época, en el interior del casino, al entrar
por la puerta este, a la derecha el recibo de los Alferéces y los brigadieres. El equipo de sonido o mejor dicho un pick up
de agujita, Rolando
la Serie, Los
Panchos, Los Churumbeles de España, Toña la Negra, Carmen Delia Dipini, José Luis Moleró…etc...Eran
las cantantes y los cantantes con sus melodías para animar el lugar. Saliendo
por la puerta oeste, a su derecha, una mesa de billar y en el centro del casino
un piano, que nadie lo tocaba, solo era interpretado por un Teniente Tito
Rodríguez que llegaba en una moto, y el Cadete de segundo año Rodríguez
Briceño. En el primer piso la
Dirección y la Sub-dirección y el Comando de la Compañía de cadetes, al
lado de las aulas oeste, el Departamento de Instrucción que controlaba todas
las actividades académicas del cadete. Al frente y a la derecha de las escalinatas, se encontraba el parque de armamento así como
el depósito de prendas militares y de
deporte. Inmediatamente y al frente, se erguía el patio de ejercicios y a la
derecha el Patio de Honor, y en su piso de granito, las siglas que
identificaban la escuela EAM. En ese patio de Honor se regaron muchas lagrimas
y el ambiente del mismo, se alegro con las ocurrencias y risas de sus cadetes,
en muchas oportunidades, también se vistió de gala al ver que muchas
promociones recibían el grado de Sub-teniente de la Aviación Militar
Venezolana, Al inmediato al patio de honor, el dormitorio numero uno, dominio
del Brigadier
Mayor Pablo Simón Carcamo Ravello, al fondo hacia la izquierda los
baños, de igual forma había una escalera que conducía a las aulas y la terraza
izquierda, debajo de la escalera existía un mini rincón, sitio ideal para colocar la música, y su disk
jockey hiciera de la suya con la música del momento, en especial la dásica. No
se puede olvidar que era un espacio privilegiado, para fumar escondido. Al lado del Patio de Honor, el comedor de
oficiales y el de los cadetes, al fondo de los comedores la cocina y
saliendo a la izquierda el estanque de agua, guarida de las avispas mata
caballo, que en mas de una oportunidad hicieron su agosto con los cadetes que
en un momento dado, pagaban plantón en sus predios y mas adelante la cancha de Basket Ball y
Voleibol, hacia el oeste, saliendo del
casino, una hilera de matas de almendrones. Y a continuación el dormitorio numero dos, dominio del Primer Brigadier
Hipólito Antonio Otamendi Terán, diagonal al dormitorio, la
enfermería y la sala disciplinaria con los calabozos para los faltones, ya al
final del patio de ejercicios, el escudo de tierra y la lavandería, donde los
sábados, la bella y despampanante Aurelia, nos entregaba los uniformes blanco,
los de aula y los de campaña, o estas iba a engrosar el escaparate de algún
cadete mas antiguo. Al norte de la
Escuela un avión destartalado Thunderbolt P-47 (mi
predilecto), ideal para echar el carro y disfrutar del consabido chicote al
igual que un Douglas C-47 en las mismas condiciones del anterior, al frente la
pista de taxeo y la pista de despegue,
hacia el oeste la torre de control y operaciones de vuelo, con todos los
T-6 perfectamente alineados en espera de
sus futuros pilotos, varios aviones Vultee P-60, que ya no volaban y un PT-19
Color rojo como adorno a los otros aviones. La sala de operaciones, una
edificación pequeña en la que estaba la
oficina del jefe de Operaciones de vuelo Capitán Edgard Jelambi Terán, una sala
de equipos de vuelo y al frente un pequeño corredor con dos columnas cubiertas
con plantillas y cada plantilla con el nombre de algún piloto o alumno que
había efectuado su vuelo solo. Algo característico en la ciudad Jardín de
Maracay era inicio de la actividad de la Escuela de Aviación Militar, que a
partir de las cinco de la mañana el ruido de los aviones T-6 despertaban a los
maracayeros con el llamado punto fijo, no el pacto, sino el calentamiento de
los aviones para detectarle alguna falla, era prácticamente la diana de los
habitantes de esa otrora ciudad jardín, hoy día desaparecido. Retrocediendo al
este, el campo de fútbol y el campo de béisbol, hoy parque Aragua, mas al
noreste, el conocido hoy día como el Barrio Las Flores, anteriormente como el
carnero o sea el basurero de los aviones destrozados por accidentes o fuera de
vuelo por obsolescencia. Era el camino fijo y seguro a Madre vieja, y a la
colina hillman, las pistas de despegue 31 y la 13, así estaba conformada la Escuela de Aviación
Militar, edificación e institución emblemática de la Ciudad Jardín, hoy
día, todavía se yergue orgullosa en la Avenida Bolívar este de nuestra ciudad
Jardín, aun anciana, se distrae con gran satisfacción, viendo a los hijos que
ella parió, cuando pasan y con un saludo reverencial le reconocen sus méritos cosechado
en sesenta y dos años. Esa escuela que fue un testigo mudo de nuestras
lagrimas, rabietas, alegrías y una que otra tristeza, hoy día se encuentra
bastante abandonada, ya los jardines frontales que una vez fueron muy bien
mantenidos, hoy son un poco de monte recortado simulando grama, ya son parte
del recuerdo, la pintura deteriorada y
sus paredes llenas de grafitis de toda índole, producto de la indiferencia de
los que tiene el poder para conservar dicha instalación. Sin darse cuenta que
ella es para Maracay lo que es el Coliseo para la ciudad de Roma, ya he
mencionado esta expresión en escritos anteriores, con un solo propósito, de que
se evalúe y concienticen los que tienen el poder en la Aviación Militar,
de lo importante de ésta edificación para la Ciudad de los Caballeros
del Aire; bien, he vivido esos momentos ya perdidos en lo infinito
del universo, que solo perduran en nuestras añejas memorias, son pasados que no
volverán, y puedo aseverar, que recordar es vivir…AVIADORES UNIDOS, LA FORTUNA AYUDA A LOS
AUDACES…
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