sábado, 17 de agosto de 2013

Escuela de Aviación Militar

 Existe un dicho popular que reza: “recordar es vivir” en ésta oportunidad me voy a remontar cincuenta y ocho años atrás, y traer al presente, pinceladas de la vieja y vetusta edificación, que por espacio de veinte y cinco años alojó entre sus cuatro paredes, grupos de muchachos que venían de todos los puntos cardinales de Venezuela y allende nuestra patria, a fin de sentar plaza como cadetes y hacerse futuros Oficiales y Sub-oficiales, de la Fuerza Aérea Venezolana. Tal vez a muchos les extrañará que aquí, menciono a los Sub-oficiales, pero fue así, porque  aquellos que ingresaban a la Escuela de Aviación Militar, lo hacían con la intención de hacerse pilotos, y si eran descartados de vuelo, por una u otra razón, eran dado de baja del instituto o se graduaban como Sub-oficiales. Muchos de ellos fueron ascendidos a Oficiales. No puedo olvidar el primer contacto que tuve con nuestra otrora Escuela de Aviación Militar, me presente para tratar de ingresar a tan noble escuela y muy bien recuerdo, cuando proyecto la película de un pasado ya ido, las escalinatas que iban al primer piso, cubiertas las mismas con una alfombra vino tinto, las dos columnatas al comienzo de las escalinatas, adornadas cada una por dos hélice de cuatro palas cada una de un motor 2800-R-W, no dejaba de ser impresionante, ver aquel bello monumento que nos decía, “esta es la Escuela de Aviación Militar, donde se forman los pilotos militares defensores del espacio aéreo”, se sentía un recogimiento y un respeto hacia esos símbolos, al fondo, el escudo de la madre de los aviadores que de ella egresaban. Me di cuenta que estaba en el vientre de una madre de cemento, que paria sus hijos y también los veía morir en cumplimiento de una misión, al atravesar su umbral, a la derecha estaba la biblioteca y a la izquierda un pasillo que conducía a las habitaciones para  oficiales, mas adelante la puerta este del casino para oficiales, al frente de las escalinatas del lado izquierdo,  el casino de los cadetes, mas que una cámara de tortura para los nuevos cadetes, allí bailábamos entre cadetes, nos daban lecciones para declararnos a una dama. Hoy día no se estila, solo basta que el chamo sepa hablar y pueda decir, quiero empate; nos culturizábamos con la música de la época, en el interior del casino, al entrar por la puerta este, a la derecha el recibo de los Alferéces y los brigadieres.  El equipo de sonido o mejor dicho un pick up de agujita, Rolando la Serie, Los Panchos, Los Churumbeles de España, Toña la Negra, Carmen Delia Dipini, José Luis Moleró…etc...Eran las cantantes y los cantantes con sus melodías para animar el lugar. Saliendo por la puerta oeste, a su derecha, una mesa de billar y en el centro del casino un piano, que nadie lo tocaba, solo era interpretado por un Teniente Tito Rodríguez que llegaba en una moto, y el Cadete de segundo año Rodríguez Briceño. En el primer piso la Dirección y la Sub-dirección y el Comando de la Compañía de cadetes, al lado de las aulas oeste, el Departamento de Instrucción que controlaba todas las actividades académicas del cadete. Al frente y a  la derecha de las escalinatas,  se encontraba el parque de armamento así como  el depósito de prendas militares y de deporte. Inmediatamente y al frente, se erguía el patio de ejercicios y a la derecha el Patio de Honor, y en su piso de granito, las siglas que identificaban la escuela EAM. En ese patio de Honor se regaron muchas lagrimas y el ambiente del mismo, se alegro con las ocurrencias y risas de sus cadetes, en muchas oportunidades, también se vistió de gala al ver que muchas promociones recibían el grado de Sub-teniente de la Aviación Militar Venezolana, Al inmediato al patio de honor, el dormitorio numero uno, dominio del Brigadier Mayor Pablo Simón Carcamo Ravello, al fondo hacia la izquierda los baños, de igual forma había una escalera que conducía a las aulas y la terraza izquierda, debajo de la escalera existía un mini rincón,  sitio ideal para colocar la música, y su disk jockey hiciera de la suya con la música del momento, en especial la dásica. No se puede olvidar que era un espacio privilegiado, para fumar escondido.  Al lado del Patio de Honor, el comedor de oficiales y el de los cadetes, al fondo de los comedores la cocina  y  saliendo a la izquierda el estanque de agua, guarida de las avispas mata caballo, que en mas de una oportunidad hicieron su agosto con los cadetes que en un momento dado, pagaban plantón en sus predios  y mas adelante la cancha de Basket Ball y Voleibol,  hacia el oeste, saliendo del casino, una hilera de matas de almendrones. Y a continuación  el dormitorio numero dos, dominio del Primer Brigadier Hipólito Antonio Otamendi Terán, diagonal al dormitorio, la enfermería y la sala disciplinaria con los calabozos para los faltones, ya al final del patio de ejercicios, el escudo de tierra y la lavandería, donde los sábados, la bella y despampanante Aurelia, nos entregaba los uniformes blanco, los de aula y los de campaña, o estas iba a engrosar el escaparate de algún cadete mas antiguo. Al norte de la Escuela un avión destartalado Thunderbolt P-47 (mi predilecto), ideal para echar el carro y disfrutar del consabido chicote al igual que un Douglas C-47 en las mismas condiciones del anterior, al frente la pista de taxeo y la pista de despegue,  hacia el oeste la torre de control y operaciones de vuelo, con todos los T-6  perfectamente alineados en espera de sus futuros pilotos, varios aviones Vultee P-60, que ya no volaban y un PT-19 Color rojo como adorno a los otros aviones. La sala de operaciones, una edificación pequeña en la que estaba  la oficina del jefe de Operaciones de vuelo Capitán Edgard Jelambi Terán, una sala de equipos de vuelo y al frente un pequeño corredor con dos columnas cubiertas con plantillas y cada plantilla con el nombre de algún piloto o alumno que había efectuado su vuelo solo. Algo característico en la ciudad Jardín de Maracay era inicio de la actividad de la Escuela de Aviación Militar, que a partir de las cinco de la mañana el ruido de los aviones T-6 despertaban a los maracayeros con el llamado punto fijo, no el pacto, sino el calentamiento de los aviones para detectarle alguna falla, era prácticamente la diana de los habitantes de esa otrora ciudad jardín, hoy día desaparecido. Retrocediendo al este, el campo de fútbol y el campo de béisbol, hoy parque Aragua, mas al noreste, el conocido hoy día como el Barrio Las Flores, anteriormente como el carnero o sea el basurero de los aviones destrozados por accidentes o fuera de vuelo por obsolescencia. Era el camino fijo y seguro a Madre vieja, y a la colina hillman, las pistas de despegue 31 y la 13, así estaba conformada la Escuela de Aviación Militar, edificación e institución emblemática de la Ciudad Jardín, hoy día, todavía se yergue orgullosa en la Avenida Bolívar este de nuestra ciudad Jardín, aun anciana, se distrae con gran satisfacción, viendo a los hijos que ella parió, cuando pasan y con un saludo reverencial le reconocen sus méritos cosechado en sesenta y dos años. Esa escuela que fue un testigo mudo de nuestras lagrimas, rabietas, alegrías y una que otra tristeza, hoy día se encuentra bastante abandonada, ya los jardines frontales que una vez fueron muy bien mantenidos, hoy son un poco de monte recortado simulando grama, ya son parte del recuerdo, la pintura deteriorada  y sus paredes llenas de grafitis de toda índole, producto de la indiferencia de los que tiene el poder para conservar dicha instalación. Sin darse cuenta que ella es para Maracay lo que es el Coliseo para la ciudad de Roma, ya he mencionado esta expresión en escritos anteriores, con un solo propósito, de que se evalúe y concienticen los que tienen el poder en la Aviación Militar, de lo importante de ésta edificación para la Ciudad de los Caballeros del Aire; bien, he vivido esos momentos ya perdidos en lo infinito del universo, que solo perduran en nuestras añejas memorias, son pasados que no volverán, y puedo aseverar, que recordar es vivir…AVIADORES UNIDOS, LA FORTUNA AYUDA A LOS AUDACES…

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