sábado, 17 de agosto de 2013

Un encuentro con la madre naturaleza...


 El placentero sueño del cual estaba disfrutando, se vio interrumpido a las cuatro y treinta de la mañana  por las notas musicales que provenían del radio despertador, con gran pereza me senté a la orilla de la cama pensando si me levantaba o continuaba mi delicioso sueño, cuando miré a un lado me di cuenta que el mono deportivo y mis zapatos de goma estaban bien alineados, listos para empezar juntos, la faena deportiva para ese día, a decir verdad, la actividad deportiva sobre todo trote o caminata es mas mental que física, porque hay que vencer esa pesadez que lo embarga a uno al momento de despertarse, y saber que la jornada que lo espera es de mucha  exigencia, primero mental y luego física, pesadamente me fui al baño y a fin de espantar la flojera me metí debajo de la regadera, con agua fría, una vez cumplido con este mandato, me arregle para irme a la montaña del Río El Ereigue, rumbo a el Cerro el Oro, salí de mi casa ya rallando las cinco de la mañana, me enrumbé hacia las areneras dejando mi carro estacionado al frente de la casa de mi amiga Mirian Aguilar, inicié mi caminata rumbo norte, como primera etapa, la casa de los guardias forestales, atravesé el camino todavía oscuro, los pocos aguaitacaminos, no se habían recogidos en su madriguera, había un presagio de lluvia, ya que el cielo estaba encapotado, las aves de la sabana no habían empezado a levantar el día, aclaro, lo que queda de la otrora sabana del Ereigue, hoy día parece una superficie lunar por la depredación del hombre en la búsqueda de arenas, de todas formas no dejan de tener su belleza que a cualquiera encanta, una brisa madrugadora con sabor de lluvia, me acariciaba el rostro, como dándome la bienvenida a estos bonitos parajes que se conjugaban en varios elementos, arena, árboles pequeños de alcornoque, vegetación tupida y el ruido melancólico del río, al chocar sus aguas con las milenarias piedras que lo adornan, a lo lejos se oía el becerro clamando por la presencia de su mamá, y el canto triste del ordeñador que recorría todo el ambiente, como señal del amanecer de un nuevo día, empezó aclarar lentamente, el triste canto de la paloma turca y la paloma montañera, se expandían por toda la zona, es un canto como de tristeza muy profundo, al contrario de la algarabía de los pájaros que hacían acto de presencia, en busca de la alimentación de sus pequeños pichones, volando de un sitio a otro, deteniéndose en diferentes ramas de algunos árboles que al hurgar en la corteza de ellos, obtenían el alimento deseado para poder cumplir con sus hijos, otros mas osados buscaban conquistar la fémina que revoleteaba a su lado como su compañera de viaje, todo ese paraíso, tenía una mancha que empañaba su belleza, como era el fétido olor de un animal muerto a la orilla del camino, se anunciaba un nuevo día, seguía mi caminata con un rumbo seguro, cuando estaba próximo a llegar a una pollera y cochinera, me salieron varios perros con no muy buenas intenciones, los cuales se me encimaron pero me arme de valor y de piedras, y los hice correr, solo se concretaron a ladrarme desde lejos pero gracias a Dios y las piedras, salí airoso de tal lance, mas adelante otros perros mas, pero solo ladridos, a esa hora me conseguí a un amigo de nombre Alberto, que tenia por sobrenombre “siete vidas” ya que era algo atravesado y busca pleito y en muchas peleas, sufrió tiros y algunas puñaladas, de las cuales siempre sobrevivió, lo que dio origen a ese remoquete, del cual el estaba muy orgulloso, me detuve hablar con el y me preguntó que hacía por esos lados tan temprano, le conteste, buscando salud, el siempre mamador de gallo, me repostó y me dijo… cuidado si en busca de salud consigues un mapanare, y se reía, me informó que le estaba cuidando una parcela a el señor Tanassi, el primer carnicero del pueblo, quien a estas alturas todavía ejerce su profesión como carnicero, en la conversación con siete vidas, me dijo que en lo que regresara lo buscara que tenía que hablar conmigo, se puso a la orden en la parcela también me dijo, que había arreglado un pozo del río que tenía agua todo el año, que cuando quisiera venir, solo tenía que abrir el farso y pasar con el carro, me despedí de el y le dije hasta luego siete vidas, me respondió, no, solo me queda esta y un poquito mas…( un día el destino le hizo una mala jugada a siete vidas, cuando una mañana se levantó y al tratar de prender la cocina le exploto la bombonita de gas que tenía al lado de la misma, llevándose las siete vidas de las cuales estaba muy orgulloso)… después de varios minutos de caminata noté, que en la orilla del camino había una bicicleta vieja y toda destartalada, acostada sobre ella una persona, me acerque a ver que le pasaba, y al acercarme el individuo se sentó y me dijo no se preocupe, no estoy muerto, lo que estoy es pelao,  me eche los palos  me acosté y me quede dormido, lo conocía era uno de los borrachitos que vivía en una casita casi al frente de la casa forestal, llegué a la casa que aloja al único Guardia Forestal en esos parajes, mi amigo Ulises, le conté lo del borrachito y Ulises me dijo que eso era normal en el, amarrarse una pea y acostarse a dormir en cualquier sitio, arriba de la bicicleta para evitar se la vayan a robar, aproveche para tomar un café negrito y repetí la toma, estuvimos hablando hasta que decidí continuar con mi cometido  o sea cubrir el mayor trecho posible y a la vez de ejercer una actividad física diferente a las rutinarias, o sea, encontrarme con la madre naturaleza y respirar el aire mañanero y puro de la montaña, me despido temporalmente de Ulises e inicio mi recorrido hacia el Pozo del Indio, en el primer cruce del mencionado río, noto que ésta bastante oscuro, parecía de noche y tengo que andar con mucho cuidado para evitar una mala pisada o encontrarme con un animal no deseado, atravieso en dos oportunidades el Río de la Cañas, que no es otro que el mismo Ereigue, brincando de piedra en piedra cuidando de no caerme dentro del mismo, ya que en una oportunidad había sufrido esa desagradable experiencia y no quería se repitiera, empezando el sendero, me consigo con las ruinas de una casa de bloques rodeadas de árboles de mangos muy desabridos, esa casa ha dado origen a muchos comentarios, por supuestos de enigmas y aparecidos, en realidad es algo tétrica, regresé al cauce del río que bajaba con cierta velocidad, algo crecido, por ser una época de lluvia, me fui a un pozo de agua llamado el Pozo del Ahorcado, no me bañe por que en realidad estaba haciendo bastante frío y el agua parecía de hielo, continué por el cauce del río, alejándome del sendero, pero me encontré una caída de agua, algo pequeña, pero presentaba cierta dificultad para seguir por el cauce, primero una subida de puras piedras y segundo que me estaba alejando bastante del camino, tuve que regresar unos cien metros y retomar la ruta inicial, en el trayecto oigo un zumbido ensordecedor, por decir algo, y al fijarme bien, me doy cuenta de un enjambre, que nunca había visto, de abejas que volaban alrededor de un gran árbol floreado, cuyo panal se encontraba en un hueco de la misma planta, atravesé el sitio con el temor de que alguna me clavara su ponzoña, y el resto se ensañara con mi humanidad, ya que eran de las abejas llamadas africanas, eso fue lo que me dijo un sabihondo de montaña que nunca faltan,  según el, siempre aprovecha la miel de ese panal de abejas que sabe donde está, , lo que si es cierto de lo que me comentó, es que esa miel es negra, y lo pude comprobar, tal vez sea cierto porque es de las personas que viven buscando matas y flores en la montaña para venderlas a la orilla de las carretera, momentáneamente me salí del camino, por pura curiosidad me aventuré a desprender un pedazo de corteza seca de un árbol que estaba como a unos cien metros del panal y cual no sería mi desagradable sorpresa, al ver que allí se alojaban cientos de alacranes rojos y negros de diferentes tamaños, sentí grima al ver aquellos animales subiendo por el árbol y otros lanzándose al suelo, me salí de ese sitio corriendo y sentía que llevaba alacranes en todo el cuerpo.

     El día ya aclaraba a pesar de que estaba bastante nublado, presagiando lluvia, la paraulata ojo amarillo, hacia estrago con su canto mañanero llamando agua, muy agradable al oído, el rocío en las plantas permanecía igual, había unas matas pequeñitas que tenían unas florcitas  blancas y otras con flores amarillas, es posible que en un escenario similar a éste, fue la inspiración del poeta margariteño Gustavo Pereira, cuando escribió su poema intitulado “para una florecilla silvestre” el mismo dice: ¡Que suerte la tuya que supiste hallar sitio donde respirar! eran como una alfombra entre piedras río y arena, el sendero que cubre el trayecto a el Pozo del Indio, tapizado con arena y piedras pequeñas muy blancas y a la vez piedras milenarias grises con ribetes negros, llenas de moho y muy babosas y resbalosas por los aguaceros caídos en la zona, me llamó mucho la atención y curiosidad una piedra de esas milenaria, que se encuentra en el sendero que conduce al Pozo del Indio, de aproximadamente un metro cuadrado y en ella  hay una hendidura como la huella del pie de una persona, no es de extrañar que sea una huella de humano, porque esas piedras en sus inicios eran de tierra y con el pasar del tiempo se fueron petrificando hasta formar esas grandes moles que se encuentran en el camino, ¿Quién puede negar que no fue la huella indeleble de nuestros primeros pobladores en estas latitudes? Yo lo creo firmemente, continué mi caminata por el sendero que conduce al sitio señalado, no dejando de pensar y hacer conjeturas de la piedra que había visto y que posiblemente estaba en lo cierto de lo que pensaba, bajaba por el lado derecho del río que raudo corría a unirse con el Ereigue; en unos de los recodos, veo venir una mula, que prácticamente me sacó del camino, venia con unos sacos a sus costado dueña y señora del sendero, con su sola presencia me dijo apártese que el camino es mío, como a los cien metros uno de los labriegos que bajaban del loro, rumbo al pueblo, lo saludé cordialmente…buenos días amigo ¿Cómo le va?.. y el me contestó de la siguiente forma…Buenos días, como le va Don… a unos treinta metros se estrecha el camino y se encuentran tres piedras inmensas, de unos dos metros cada una, con inscripciones de  una religión, decía…arrepiéntete el fin del mundo se acerca y Cristo llegará…sin darse cuenta el daño que le ocasionan a estas milenarias piedras,  un poco mas delante de éste sitio, iba distraído cuando de golpe sentí algo que me tocó la cabeza, creí por un momento era una rama, pero se repitió como dos veces seguidas y luego me percate que eran dos pájaros de los que llaman azulejo, como protegiendo de mi persona lo que posteriormente me di cuenta, que era un pichón que se les había caído del nido y estaba en el suelo tratando de volar, lo agarre y lo coloqué en una horqueta de un árbol y dejaron el acoso, aquí el camino se oscurece un poco por lo tupido de la vegetación, de igual forma a unos doscientos metros se comienza a ver unos árboles bastante altos, vegetación de ambos lados, al terminar el sendero se abre un pequeño espacio con dos árboles gigantes y al fondo una pared de piedra con un sin fin de cuevas pequeñas, según los visitantes del sitio aseguran que esas cuevas son el dominio de las culebras cascabeles, por allí, ni me acercaba a curiosear, a la derecha el mencionado pozo, formando una piscina natural y rodeado de piedras bastantes grandes, una a la orilla y dos que represan el agua que viene a formar el pozo,  me paro en la orilla donde está la piedra gigante y desde allí observo sus aguas un poco oscuras donde no se ve fondo, me hacen pensar de que es un pozo bastante profundo, sus aguas gélidas invitan al visitante a echarse un chapuzón, pero sin conocer su profundidad da un poco de miedo y recelo, de todas formas, pienso, lo que va a pasar pasa, así que me decido explorar las delicias que ofrece el manantial que viene de la montaña y la explanada de agua simulando una  pileta que forma el pozo, me preparo para zambullirme en sus aguas, me siento en una de las piedras y encomendándome al gran poder de Dios, me voy deslizando lentamente hacia su lecho, meto los pies en el agua y por poco se me congelan de lo fría que estaba el agua que viene de la montaña, el lecho es de arena, y al tocar fondo me aventuro adentrarme al medio del mismo, que decepción, su profundidad era de un metro y medio y no representaba ningún peligro, me bañé como una hora, lo disfruté de lo lindo, en una de esas zambullidas, al salir a la superficie oí voces de personas que se acercaban por el sendero, me apresuré a salirme del agua y me senté en una piedra, las personas,  eran dos Guardias Nacionales que hacían un recorrido por la zona, si me dí cuenta que uno de los guardias al verme se asombró y diría yo se asustó algo, me saludaron y preguntaron si el agua estaba muy fría, les contesté positivamente,  siguieron de largo buscando el camino hacia el Cerro del Oro, me vestí y me senté a la orilla del río que bajaba hacia el pozo, a constatar algo que mi amigo Ulises me había comentado, o sea si uno se pone a oír concentradamente el agua de los ríos,  nos daremos cuenta que el agua habla con las piedras, yo lo constaté, es cierto, por supuesto que no es una conversación como la que mantenemos los humanos, pero si se oyen voces cuando el agua choca con las piedras a su alrededor, aproveche el sitio, la tranquilidad del mismo para hablar a través de la oración con nuestro creador y por supuesto para pedirle protección a mi persona y  mi circulo familiar, hijos y nietos,   a la vez confesarme ante el verdadero Dios, que es la naturaleza, poniendo en practica mi verdadera religión, libre pensador, de todas formas esos parajes de paz nos ayudan a una tranquilidad espiritual y mental, olvidándonos de todas las calamidades que se sufren en los centros poblados, después de estar un largo tiempo en el sitio, calculado mentalmente, porque en esa oportunidad no llevaba reloj, lo cual yo, en el plano personal, recomiendo olvidarse del mismo, para no estar esclavizado a la hora y estar constantemente chequeando el tiempo,  en otras palabras sentirse libre de toda atadura, bien, volví a cruzar el angosto riachuelo, y me interné en la montaña, bejucos que formaban arcos y árboles caídos a la orilla del río, así como árboles con bellas figuras que a simple vista pasan desapercibidos, algunos nidos en las ramas alta de un árbol, bastante viejo y que supuestamente ya había cumplido con su propósito el ser el lecho de algún pájaro y sus pichones, estas bellezas al observarlas en detalles nos damos cuenta y expresamos…que grande es la naturaleza y el hombre en su dimensión no la aprecia…, una manada de loros vuelan como espantados por mi presencia y un par de turpiales, gonzalitos o arrendajos que no se que son, imitan a los loros, un nido de comején inmenso formando parte de las maravilla de la naturaleza, que le daban mas belleza a la zona, oigo un revoleteo y un escándalo en uno de los árboles de la zona, eran unas guacharacas, que avisaban a los animales pobladores de la zona, que había un intruso en la zona y debían tener cuidado,  de pronto empecé a oír un repiqueteo continuo, que se detenía y luego continuaba, el ruido venía de lo alto de un árbol, y no solo en un sitio, sino en deferentes alturas, me detuve y empecé a buscar de donde venía ese ruido, y por fin detecté que eran dos pájaros carpinteros que se habían ensañado con un palo seco en lo alto de uno de los árboles, en la copa  de un árbol había una mata de orquídea enana con sus florcitas moradas, me hubiera gustado alcanzarlas pero fue imposible por lo alto que estaba, seguí mi marcha, acompañado de un palo de unos dos metros y en la punta con forma de tenedor o sea una horqueta, lo había encontrado en el camino, lo partí y logre rebajarlo, con el fin de manipularlo mejor, me servía al momento de atravesar un monte algo alto, por si acaso se encontraba un animal ponzoñoso como una culebra o algo que podía hacerme daño, seguí el sendero hacia la loma tupida que conduce a mi destino final, el cual no sabía cual era, porque de un momento a otro seguro me regresaba, llegué al paso del riachuelo, bastante angosto, donde se inicia la subida hacia el Cerro del Oro, allí me reencontré con los dos Guardias Nacionales, ambos descalzos con los pies metidos dentro del agua, me senté con ellos, hablar y me preguntaron que hacía por esos sitios tan solitarios, les dije que era una rutina que tenía, de hacer esa caminata todos los días, menos sábado y domingo, uno de ellos, el Cabo, me dijo que debía tener mucho cuidado, agregó que si el  pudiera hacer esa caminata  lo haría porque es la mejor medicina…en esa oportunidad, no me identifique como Coronel de la Aviación por razones obvias…el Cabo si me dijo, su cara me es familiar, pero no sé de donde lo conozco o he visto…afirme lo que dijo, se pusieron las botas y se despidieron de mi, e iniciaron su ascenso a la montaña,  este sitio, es la parte sur del Henry Pittier, debemos recordar que este Parque Nacional cubre una gran extensión de los Estados Carabobo y Aragua, 107.800 hectáreas, posteriormente  inicié el ascenso, empecé a subir y me di cuenta que hay que estar físicamente muy bien para soportar el ascenso, al comienzo es fuerte pero no se a que atribuirle a que en la medida se escala la loma esta se va suavizando, de todas formas los paisajes son una maravilla del creador, y vale la pena el esfuerzo, porque las indescriptibles bellezas allí presentes son la compensación a tales esfuerzos, mas adelante, un sonido que sale de la montaña, y que alegra el espíritu, es la fuerza de un río que atraviesa ese paraje, quise presenciarlo, pero tuve que conformarme con oírlo a distancia, ya que era muy escarpado bajar a sus orillas y hubiera sido una imprudencia de mi parte, el aventurarme a bajar tal risco, y estando solo, es mas que peligroso, la caminata de montaña exige mucha prudencia, mas si se anda solo, lo cual considero es lo mejor, porque uno se concentra en lo que quiere hacer y no se pierde el tiempo en hablar tonterías, el propósito es disfrutar de las bellezas que en la montaña se encuentran y admirar, animales, plantas, paisajes, riachuelos y caídas espectaculares de agua; continúe mi recorrido sin un destino trazado, sino hasta el sitio que me provocara regresar, me sentía acompañado por el Gran Poder de Dios, a quien me había encomendado antes de salir de mi casa, en la medida que se va subiendo la montaña, se empieza a sentir un cambio en el clima de uno caluroso a uno fresco con tintes de frío, al ver hacia los lados presencie una caída de agua que formaba una delgada cascada, como si fuera la corbata de la altura que estaba escalando, me arrepentí de no haber tomado fotos, ya que la cámara la había dejado en casa, en ese trayecto me senté a descansar la subida y busque un arbusto que estaba cubierto de hojas muy verde y flores amarillas, me di cuenta que es un palo bastante fuerte ya que no pude cortarlo con las manos una vez descansado, continué mi marcha y llegué a lo alto del cerro,  en una encrucijada donde hay tres senderos, bastante frío por cierto, me senté a descansar y a retratar mentalmente, lo que a mis ojos se presentaba, montañas inmensas, caídas de agua, neblina y una tenue lluvia que empezaba a caer, entre lo tupido de la montaña, oía gritos de los monos o araguatos, es algo impresionante, la flora es impresionante pequeñas matas con sus flores de todos los colores, en ese trayecto me topé con unos jóvenes que regresaban del Loro nos saludamos y siguieron de largo su camino, me sentía en el paraíso, a decir verdad, no quería que esto pasara o sea que se mantuviera así, para mi era el verdadero Edén, en esos momentos es cuando una persona constata el gran poder de Dios, su omnipresencia porque en cada paso por esos parajes solos y peligrosos , nos damos cuenta que no vamos solo, que alguien nos acompaña y ¿quien es ese? Es Dios, el hombre aun en un calabozo, nunca está solo porque cuenta con la compañía del creador. Algo que me pasó en el trayecto a la loma, fue lo siguiente, iba distraído, con tanta belleza que me rodeaba, y de reojo noté algo que se movía, cuando me di cuenta era una culebra coral que atravesaba el camino, le lance unas piedras y se perdió en el monte, mas adelante en plena loma, algo se movió fuertemente en el monte, no dejando de asustarme,  partiendo algunos matorrales y era un venado que salió a toda carrera al sentir mi presencia, sinceramente creía era un león o tigre de esos que comentan existen en esos parajes, si recordé el dicho, de que…donde ronca tigre no hay burro con reumatismo…desconozco si en verdad  existen esos animales por esos lados, se de su existencia en el llano pero no en el Henry Pittier,  si es verdad o es fábula, de todas formas tenía como defenderme, porque a pesar de ser un paraíso uno no sabe si se reedita la presencia del “Ángel de las Tinieblas” y se debe actuar, pero cuando uno lleva fe en lo que cree, nada de eso sucede, lo que en verdad añoraba en ese momento, era mi perro, de nombre Cheche+, quien me acompañaba a todos lados, el problema era que al montarlo en el carro se mareaba y vomitaba, pero no dejaba de hacerme falta.

    Después de embriagarme con tanta bellezas a mi alrededor mas una paz y  tranquilidad envidiable, calculé mentalmente que serian como las diez de la mañana, todavía seguía el cielo encapotado y con una lluviecita como un serenito, decidí iniciar mi regreso a la casa, con la precaución en la bajada de la montaña, porque estaba cayendo una garuita y el piso estaba resbaloso, mi decisión de regresar era para evitar aumentar mas la posible preocupación, que cada vez que salía a mi recorrido de montaña, mi esposa se preocupaba, algo natural, aunado a esto mi estadía en la tercera edad, eran sesenta y cinco años que andaban por esos parajes, en el trayecto de la loma donde estaba sentado a el primer cruce del río, me sucedió algo no muy gratificante, fue lo siguiente, como vestimenta cargaba un mono de gimnasia, con dos bolsillos a su lado, en uno de ellos me había guardado las llaves de la casa, switches y la llave del seguro del carro, multi lock, cuando me metí la mano al bolsillo, por casualidad, me di cuenta que todo el llavero se me había extraviado, algo que me preocupó bastante, había recorrido como doscientos y tantos metros desde donde estaba sentado al sitio del cual tuve que devolverme, antes hice un recorrido mental donde pude haberlas botado, y determiné tres sitios seguros, uno en la orilla del riachuelo que forma el Pozo del Indio, otro donde me senté con los Guardias Nacionales y el último en la encrucijada donde estaba sentado, me regresé y empecé a buscar en la orilla de las piedras y cual no sería mi alegría, que entre unas matas pequeñas que habían crecido al lado de la piedra donde me había sentado, estaba el mazo de llaves, confieso que me volvió el alma al cuerpo, procedí amarrarlas con la cabuya que tenia el pantalón del mono, inicié mi descenso hasta el río, al llegar allí no regresé por el sendero por donde inicié mi caminata, sino que cruce por la parte izquierda buscando la montaña o loma que bajaba por el lado izquierdo, quedándome el río al lado derecho, hacia como dos horas que había cruzado ese sitio y cuando regrese todavía estaban los dos pájaros carpinteros ensañándose con el palo seco, pero en otro sitio del mismo, no perdí la oportunidad de explorar todo aquello que me llamara la atención, en la falda de una loma se desprendía una catarata bastante regular en tamaño y abundante agua, no lo pensé dos veces y me acerque a presenciar tan bonito espectáculo, tendría como unos diez metros de alto, allí me encontré con unas torres de tierra bastante altas y al hurgar las mismas eran unos hormigueros que jamás había visto, de igual forma existen unas piedras bastante grande de sílice, todas blancas como si fueran hechas de mármol, aproveche para sentarme en una de ellas a observar el paisaje, a lo lejos se veía la casa forestal, el lago de Valencia y por supuesto parte del pueblo de San Joaquín, esta parte de la montaña se caracteriza por estar cubierta de muchos árboles de alcornoque, es un arbusto pequeño de madera color roja, muy quebradizo de hojas rugosas y bastante fuerte, y su tronco de figuras torneadas dignas de un tallador de madera, ambos, hojas y tronco, son el dominio y  preferidas por las criminales quicuayas llamadas por otros como piquijuye (hormiga de regular tamaño de color amarillo naranja y muy ponzoñosas extremadamente susceptibles a la presencia de extraños). Bien, el piso del cerro estaba completamente cubierto de hojas secas de los arbustos allí presentes, las cuales sirven de alojo a las culebras mapanares, que se mimetizan con ellas y representan un grave peligro para los viandantes y animales domésticos, menos mal que yo tenía mi tenedor u horqueta que me permitía descender la loma con seguridad y apartar cualquier animal de esos ponzoñosos, éste sitio en particular, se caracteriza por la presencia de éstos animales, tanto mapanares como cascabeles, menos mal que en ningún momento me encontré con un animal de éstos, a pesar de que si vi varias pieles de culebra que supuestamente la habían cambiado, según los entendidos es la época mas peligrosa de estos ofidios porque están de mal humor, es recomendable el uso de botas de cuero altas y no zapatos deportivos como el que yo estaba usando; ya en la parte plana cerca del río las Cañas, vi  dos pájaros tucanes, que descansaban sobre la rama de un árbol, a la vez me conseguí una quebradita que descendía lentamente de la montaña y se represaba en un pocito formado por piedras y al represarse se formaba una pequeña piscina natural de unos tres metros cuadrados y unos ochenta centímetros de profundidad, se justificaba porque era época de lluvias y en la serranía había llovido intensamente, como la entrada del agua al pozo estaba llena de hojas y palos secos, me propuse a limpiarlo y noté como empezaba a correr el agua sin obstáculos y en la salida la represé con unas piedras y logre elevar el nivel del agua, por la invitación  hecha por mi presencia, a que disfrutara de esa creación, no se dejó esperar, me zambullí en sus cristalinas aguas, y a decir verdad disfruté de todo lo que me ofrecía la madre naturaleza, decía para mis adentros…hay que ver que yo soy bien vago, pero esto es un regalo de la madre naturaleza y hay que aprovecharlo… era el precio que le cobraba a la piscinita por mi trabajo, a fin de que fluyera y corriera el agua libremente, me atreví a tomar agua de la piletica, porque tenia bastante sed, en realidad no quería llegar, porque es tanto la paz espiritual que se vive y respira en esos solitarios sitios que embriagan al corazón mas rudo, son sitios encantados,  vino a mi memoria la época de adolescentes, cuando andaba de correrías por esos predios emulando a Tarzán, y metiéndome en cuanto paraje encontraba, no existía pozo en el Río del Ereigue, que no lo experimentara, por supuesto que sin la prudencia de hoy en día, sino todo lo contrario, antes de llegar al último cruce del río me regresé a un pozo del río que se encuentra en la parte norte del mismo, muy bonito lugar y con mucha sombra, sitio en el cual los domingos es el predilectos para muchas familias para confeccionar sus hervidos y suculentos sancochos a la vez está cerca de la casa forestal, en realidad, no me agradó nada de lo que presencié, en el fondo de unas piedras que forman una gruta, estaba una gallina negra muerta colgada del pescuezo y degollada con una cantidad de velas a su alrededor así como botellas de licor por todos lados, de igual forma, fotos de algunas personas, que supuestamente le estaban, como dice el vulgo, echando brujerías, di media vuelta y me ausenté del sitio. al llegar casa de mi amigo Ulises, lo encontré con unos potentes larga vista, que observaba algo en la parte superior de uno de los cerros, y me dijo, apunta hacia allá y me dices que ves, lo hice, y eran dos venados que estaban comiendo monte o no se que, si estaban bien lejos en plena serranía, le pregunté la hora, me dijo eran las once y cuarenta y cinco, prácticamente seis horas de disfrute y paz espiritual, de ese día, le comenté todas mis peripecias, le conté lo de las velas y la gallina, me dijo que eso era un ritual de magia negra, y los involucrados eran unos policías municipales, siempre vienen con mujeres y unos negros que son brujos, y  que desgraciadamente el no podía hacer nada, llegué a decirle…si algún día subo y caída la tarde no he regresado, te agradezco avises para que me vayan a buscar y el me dijo eso lo tengo pendiente, yo mismo te voy a buscar… continuamos nuestra conversación e hice hincapié en los dos tucanes que había visto, me comentó que estaban apareciendo por esos lados, desde que se prohibió la caza en esa zona, me ofreció café, lo preparó me tomé dos tacitas me preguntó si había visto a los dos Guardias Nacionales le dije que si, en ese momento estaba subiendo un loreño con dos mulas, se detuvo y las mulas siguieron su camino, empezó hablar con nosotros, le pregunté…que si no le preocupaba que las mulas se perdieran, me dijo que no, porque ellas sabían y conocían el camino de igual forma, le pregunté, si llevaba café del que ellos cultivan, y me contestó negativamente, pero llegué a un acuerdo con el, que me trajera dos kilos de café y le regalaba unas botas militares, el aceptó y me ofreció el café para el próximo fin de semana, esa semana lo esperé con las botas que le había ofrecido, apareció a media mañana con un tufo de aguardiente y de paso mascando chimo, le pedí el café y me dijo que no se había acordado traerlo, de todas formas le entregué las botas y me prometió que en el próximo viaje me Traería tres kilos… antes de irse le recalque,…me trae mi café, no se le olvide…me dijo... no se preocupe, que soy un hombre de palabra, se lo juro por la memoria de mis viejos muertos… hasta el sol de hoy no he visto el café prometido, parece ser que se le olvidó la memoria de sus viejos muertos o la dejó en el botiquín donde iba a echarse palos, pero se quedó con las botas. En la casa de los Guardias Forestales, estaba un sayón pendiente de la conversación que teníamos con el loreño, en ese momento yo tenía en la mano unas piedritas de sílice blanca, el sayón se me acercó y me preguntó, ¿a Ud. Le gustan esas piedritas? Le respondí que si, entonces me dijo, en la arenera de Camilo, hay unas mucho mas bonitas que esas, hay verdes intenso como la esmeralda, blanca y unas negritas tirando azul, que en la oscuridad y al apagar la luz ellas tienen luz propia y alumbran como una linternita, si quiere le consigo unas cuantas,  le dije que si, pero ya sabía la intención del inocente, luego, ya cuando me venía me dijo Ud. No me podría conseguir unas botas como las del loreño, le dije si está bien, pero el sayón se quedó esperando las soñadas botas, ya que ni soy zapatero ni vendo zapatos, ese deseo, se quedó durmiendo en el olvido,  y me retiré a buscar mi carro, me despedí de mi amigo Ulises hasta el día siguiente; recordé que “Siete Vidas” quería hablar conmigo, pero lo dejé para otra oportunidad y como subía todos los días, el día menos pensado se la dedicaría a el, el sitio donde había dejado mi carro, al frente de la casa de mi fraterna amiga Miriam Aguilar, era de unos tres a cinco kilómetros, allí lo  recogería, para regresar a mi hogar donde mi esposa me esperaba, en el trayecto al sitio donde había dejado mi carro, se detuvo una pick up, para ofrecerme la cola, se lo agradecí y le dije que era una caminata deportiva,  antes de recoger mi carro, entre casa de Mirian Aguilar y la saludé ya que no la había visto, porque cuando estacione mi carro al frente de su casa era casi de madrugada y ella estaba durmiendo, hablamos un ratito me despedí y regresé a mi casa, cuando llegué a la misma, me refresque y bañé, después de comerme un buen desayuno, que ya era almuerzo, hice algunas diligencias en el pueblo, me fui a la plaza y allí                                                                                                                                                                me tomé una chicha Domingo, muy sabrosa por cierto, y luego me reencontré con un grupo de amigos de la infancia y adolescencia ya desaparecida, regrese nuevamente a la casa y me acosté a dormir una reparadora siesta hasta las cuatro o cinco de la tarde.

     En conversación con mi esposa, le conté todo cuanto había hecho y los encuentros que tuve, no era la primera vez que subía al camino del Loro, pero anteriormente lo había hecho solo como una caminata y nunca como observador de tantas bellezas, ella me dijo, como a ti te gusta escribir, ¿Por qué no plasmas eso en un articulo y sacas un folleto? Le dije que era una muy buena idea y que lo iba hacer, esa misma noche me senté al frente de mi computadora y empecé a escribir la presente historia, en la medida que escribía me emocionaba, pero tenía que recordar todo cuanto me aconteció para no dejar cabos sueltos, tres días me llevó narrar ésta verdadera historia de mis aventuras por las montañas de la parte sur del Parque Henry Pittier,  aventuras que se iniciaron en el Municipio Autónomo de San Joaquín Estado Carabobo, estas quedaran en mi memoria y espero sean emuladas por otros  aventureros.

     Una recomendación final, las bellezas naturales, como las descritas anteriormente, embriagan a cualquier mortal y se deben aprovechar al máximo, ya que somos parte e hijos de la  naturaleza, sin dañarlas sino todo lo contrario, cuidarlas observarlas, contemplarlas, plasmarlas en fotos y en lienzos, y disfrutar sus bondades, por eso recomiendo la caminata deportiva de montaña, bien sea en grupos o solos, siendo esto último, lo que en el plano personal aconsejo y recomiendo, pero eso si, manteniendo la virtud cardinal de la prudencia por encima del resto de las otras virtudes…

     La caminata por las montañas se pueden catalogar de ecológicas, de una verdadera conservación, son muy agradables y productiva porque el hombre, mantiene ese contacto con la madre naturaleza y aprende apreciarla y quererla mucho más, la madre naturaleza aprovecha sus bellezas para expresarse, el mortal en esas inmensidades se da cuenta que no está solo en este mundo, que existen otros seres viviente como son los animales, las plantas y todas las maravilla con las cuales nos ha dotado el creador y que uno se encuentra y admira en el trayecto de la vida, desde su nacimiento hasta la partida final, la caminata ecológica nos enseña a respetar esas creaciones y conservarlas a la vez descubrir muchas cosas y recibir de la madre naturaleza muchas enseñanzas, a fin sean transmitidas a los relevos generacionales, sería interesante y muy productivo que se conformaran muchos, pero muchos grupos conservacionistas en todo el país, con el propósito de reforestar y llevar a esas alturas plantas, que sirvan como una medicina a los ojos de agua o manantiales existentes, el génesis de los ríos y riachuelos, a fin de que no se sequen o extingan, mas aún, que esta comprobado que con la ayuda de los pájaros al comer sus semillas, los árboles están emigrando de un sitio a otro, prueba de esto es que árboles que eran de una zona exclusiva por el clima, hoy día se están encontrando en otras zonas de mejor clima,  todo por el calentamiento global, éstas inquietudes deben ser compartidas no solo con los jóvenes en edad escolar, sino con Instituciones, organismos públicos y privado y a los diferentes sitios educacionales para ir formando un ciudadano compenetrado con el ambiente ecológico y de montaña en toda su dimensión…LA FORTUNA AYUDA A LOS AUDACES

 

 

 

 

San Joaquín Estado Carabobo 19 de Septiembre 2001.

 

 

      

 

 

 

 

 


                             
 
 
    
   
      
     
 
 
 
 
 
 
San Joaquín Estado Carabobo 19 de Septiembre 2001.
 
 
      
 
 
 
 
 
                              
 
 
 



 

 

 

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